Ni subsidio ni crédito: el limbo habitacional de los jóvenes del Maule

Cada vez son más los jóvenes del Maule que están viviendo una contradicción súper frustrante: hacen todo “como se supone que hay que hacerlo”, trabajan, estudian, cotizan, arriendan, pero cuando llega el momento de postular a un subsidio o pedir un crédito para comprar una casa, se topan con una muralla invisible. ¿La razón? No tienen hijos, no están casados o simplemente no ganan lo suficiente. No califican.

Y aunque eso no lo dice la infografía, basta salir a la calle para notarlo: hay una generación entera atrapada esperando. Según las cifras, hay más de 27 mil familias sin casa en la región. Pero, ¿qué pasa con los jóvenes sin cargas? para el Estado, ni siquiera entran en la categoría de “familia”. Porque en el papel, familia sigue siendo igual a “papá, mamá e hijos”.

Una de ellas es Camila Rojas, psicóloga de 29 años, quien ha intentado postular al subsidio en tres ocasiones sin éxito. A pesar de estudiar, tener trabajo estable y arrendar desde los 25 años, sigue sin calificar. Su caso refleja el sentir de muchos jóvenes que, aunque cumplen con todo lo que se espera de ellos, no logran acceder a una vivienda porque el sistema no los considera “prioritarios”.

“Me esforcé por tener estabilidad: estudié, conseguí pega, arriendo desde los 25… pero para el sistema no soy ni pobre ni familia. Soy invisible”

Camila Rojas, psicóloga

Y es que muchas veces los subsidios como el DS1 están ahí, sí, pero los jóvenes no alcanzan el puntaje necesario en el Registro Social de Hogares. ¿Por qué? Porque no son “lo suficientemente pobres” para entrar al sistema, pero tampoco tienen la plata para comprar sin ayuda. Quedan en un limbo: ni banco, ni Estado.

Las cifras lo confirman: según la Asociación de Bancos, la aprobación de créditos hipotecarios bajó de 56% en 2019 a solo 42% en 2022. ¿El problema? El pie mínimo supera los 10 millones de pesos en muchos casos, y además los trabajos estables son cada vez más escasos. Hoy, tener contrato indefinido parece casi un lujo.

A eso se suma otro detalle que complica más las cosas: en ciudades como Curicó, Linares o Constitución, casi no hay viviendas que entren dentro del rango de los subsidios. Y si hay, están súper lejos o en sectores sin locomoción, sin servicios básicos, sin conectividad. O sea, para postular, hay que estar dispuesto a irse a la punta del cerro. Literal.

Lo que muestra la infografía, los tiempos de espera, el déficit, la exclusión de jóvenes, es solo una parte de una historia mucho más profunda. Porque acá no estamos hablando solo de casas. Estamos hablando de proyectos de vida postergados: familias que no se forman, jóvenes que no se independizan, movilidad social que se estanca.

Sí, en el Maule se han entregado más de 17.000 subsidios gracias al Plan de Emergencia Habitacional. Pero el desafío sigue siendo otro: cómo hacer que estas políticas se adapten al Chile de hoy. Un Chile donde no tener hijos no debería ser sinónimo de quedar fuera, y donde ser joven no debería significar vivir esperando.

Porque tener casa propia no puede ser un premio por cumplir ciertos moldes. Tiene que ser un derecho real, que se adapte a las distintas realidades que existen.