El Ramal Talca-Constitución, es un tren histórico de la Región del Maule, considerado el último ramal del país, donde viajan muchas personas todos los días para cumplir diferentes propósitos. Es un transporte mítico, por su ayuda constante en el traslado hacia las diversas comunidades aledañas de la capital maulina, y no solo aporta en el desplazamiento de personas, sino que también de alimentos y animales, porque eso es lo que ocurría cuando viajaba José Luis Troncoso.
A mediados del 1889 comenzó la primera construcción logrando los primeros seis kilómetros al sur de Talca bajo el gobierno de José Manuel Balmaceda, para luego, en agosto de 1892 inaugurar el primer el tramo entre la Estación de Talca y Curtiduría, que contaba con una extensión de 33 kilómetros pasando por seis estaciones. Más adelante, para ir paulatinamente alargando su recorrido hasta llegar a la última estación en la ciudad de Constitución, que se inauguró en 1915, extendiéndose por 88 kilómetros.
Después de 55 años, José Luis volvió a realizar el recorrido que antiguamente hacía con su abuelo, recordando cómo eran aquellos tiempos, cuando los coches iban llenos de gente, vendedores ambulantes, vagones solo con animales, y otros con mercadería de los pasajeros.
Cuando José Luis tenía 10 años, iba con su familia a la Estación de Trenes de Talca; recuerda su fachada con muros gruesos y amarillos de distintas tonalidades, un poco desgastados, techo oscuro además de grandes ventanas.
Al entrar se veía un letrero dañado por el paso del tiempo al lado de la recepción que decía “Estación Talca”. Cuando eran cerca de las 7:45 am, la gente se comenzaba a aglomerar; conversaban y reían. Muchos de ellos llevaban grandes bolsas con alimentos, sacos de frutas y de verduras. Y es que este transporte no solo era utilizado con fines turísticos, sino que era una necesidad, un punto de conexión vital entre las localidades aledañas que existen desde la capital regional hasta la Perla del Maule.




En los años 70 u 80, este transporte ferroviario mantenía una alta concurrencia de personas y una gran frecuencia de cargamentos, debido a la Planta de Celulosa Celco en Constitución.
Al subir al tren, se divisaban los asientos que eran de madera, cubiertos con tela de género. Por dentro, el buscarril (bus-carril), llamado así por ser similar a un bus, pero encima de unas vías, era frío, de color celeste y amarillo, imponente, con su característica bocina que acompañaba el recorrido junto a los paisajes naturales del trayecto.
A través de la ventanilla se podían contemplar grandes espacios de áreas verdes únicos, árboles de distintos tipos y tamaños, agricultores arando en la tierra, además de animales como vacas, ovejas o gallinas.




Las estaciones empezaban en Colin, Corinto y Curtiduría, hasta pasar directo a la estación principal, González Bastías, antes llamada “Infiernillo” y renombrada el 19 de enero de 1956, en honor al destacado poeta de la zona Jorge González Bastías.
Cuando José Luis viajaba, en este lugar vendían pan amasado, churrascas, tortillas de rescoldo, con palta, mantequilla, queso, jamón. Además, los comerciantes de la estación ofrecían los famosos huevos duros, y para beber té o café. Y no se quedaban atrás las opciones dulces como los pasteles, empolvados, muchas más cosas que en la actualidad.


El viaje seguía por Toconey, Pichaman, Forel, Huinganes, Maquehua, hasta llegar a la última parada, Constitución. Finalmente, el buscarril hacía su ingreso a la última estación. El tren no solo atraía gente que venía a vacacionar, en su interior también viajaban cajas con frutas y verduras traídas desde los pueblos del interior, que era la fuente de ingreso para muchos locatarios, por eso era importante para la región.
Actualmente, aunque dejó de funcionar el buscarril original, sigue operando con otros modelos, siendo el último ramal que queda en funcionamiento en el país, además de conservar su condición de Monumento Nacional desde 2007.

José Luis, luego de tanto tiempo sin haber viajado en el ramal, nunca se olvidó de lo que se sentía el viaje, es por esto que quería realizar nuevamente el recorrido, pero sobre todo, anhelaba venir con sus nietos, para que cada uno pudiera sentir lo que alguna vez él sintió: ‘’No se les va a olvidar nunca, como nunca se me olvidó a mí’’, señalaba con orgullo, luego de traerlos al lugar donde pasó muy lindos momentos, dejándole tantos recuerdos inolvidables.



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