Entre zapatillas y espuelas: El baile como manera de expresarse en la Región del Maule

Por María José Cáceres e Isidora González

En el corazón de la Región del Maule, la danza se transforma en mucho más que un arte escénico: es identidad, tradición y una herramienta formativa. Desde los salones de ballet hasta los ensayos al aire libre de agrupaciones folclóricas, niños, jóvenes y adultos encuentran en la danza una forma de crecer, expresarse y vincularse con su entorno.

La oferta de danzas en el Maule ha crecido en diversidad y compromiso, gracias al trabajo sostenido de academias y agrupaciones que, sin contar siempre con el apoyo institucional necesario, han logrado sostener espacios seguros y de calidad. Aquí, bailar es un acto de resistencia cultural y también de amor a lo que se realiza.

Las academias de ballet en Talca, como Alicia Salgado y BJM , están apostando por una formación técnica seria y emocionalmente significativa. Paralelamente, agrupaciones folclóricas como Nahuen, en San Clemente, preservan y proyectan el legado de las danzas tradicionales, involucrando no solo a sus bailarines, sino también a sus familias.

En ambas líneas, clásica y folclórica, se refleja una constante: el esfuerzo colectivo por dar valor al arte en una región donde aún es común que el deporte o eventos masivos, opaquen las manifestaciones culturales más profundas.

Ballet en Talca: disciplina, emoción y transformación

Lukas comenzó a bailar a los 9 años por curiosidad. Hoy, con 13 años, afirma: “Ya no me importa lo que digan, porque me gusta lo que hago y sé que lo hago bien”. En su historia se cruzan el ballet y el fútbol, la recomendación de un psicólogo y el teatro regional lleno, aplaudiendo su primera función.

Al testimonio de Lukas, se une Alicia Salgado, directora de su academia homónima, enseña desde hace 16 años a niñas, adultos y jóvenes: “El ballet es una herramienta de transformación social”. Sus clases comienzan desde los 2 años y medio hasta adultos mayores de 60, demostrando que nunca es tarde para bailar.

Alicia Salgado, directora de la academia Alicia Salgado.

Por su parte, Jorge Medel, ex bailarín del ballet de Santiago, creó la Escuela BJM para profesionalizar la enseñanza del ballet en Talca, junto a la profesora Andrea Fuentes, profesora de danza.  “Acá todavía no se sabe bien qué es el ballet. Si preguntas, lo más que te dicen es “un tutu””, dice el ex bailarín con honestidad.

Ambos coinciden: falta de apoyo institucional, sobre todo económico. Los vestuarios son costosos, las clases requieren constancia, y aunque entregan becas, no pueden cubrir todo sin ayuda. “Hay talento, pero necesitamos más respaldo para expandirlo”, explican.

Alicia Salgado, directora de su academia homónima.
Jorge Medel y Andrea Fuentes, directores de Ballet BJM

Más que técnica: emociones, vínculos y salud mental.

Desde la pandemia, muchos estudiantes han llegado al ballet derivados por terapeutas. La práctica ha ayudado a niños y jóvenes a mejorar su autoestima, concentración y manejo de frustraciones. “El avance en la confianza es increíble”, señala Medel. Incluso varios alumnos han sido dados de alta gracias al efecto positivo del ballet en sus procesos emocionales.

La formación técnica en las academias de Talca no solo depende del talento, sino de la preparación profesional de los profesores. Jorge Medel explica que el sello de su academia está en que “entregamos los conocimientos siendo profesionales en el área”, diferenciándose de otros espacios donde la enseñanza es autodidacta.

Por otra parte, el desafío del acceso económico se hace evidente. Como detalla Medel y la profesora Fuentes, “Un tutú cuesta entre $100.000 y $150.000 pesos” y sirve solo para una coreografía. Esto se suma al costó de clases y viajes, haciendo que muchas familias no puedan sostenerlo sin apoyo.

Pese a esto, tanto Jorge como Alicia, entregan becas a estudiantes con compromiso y talento. En la academia BJM, han logrado avances significativos en autoestima y confianza, especialmente en estudiantes que han sido derivadas por psicólogos que buscan reforzar su salud emocional mediante una actividad artística constante.

El ballet no tiene límite de edad ni género, y es un espacio terapéutico incluso para adultos. “Tenemos alumnos de más de 60 años que por fin cumplieron su sueño de bailar”, señala. “El objetivo no es competir, es disfrutar, moverse y encontrar un espacio para uno mismo”.

Alicia Salgado, directora del Ballet Alicia Salgado.

Folclore: identidad compartida desde San Clemente.

Elizabeth Ávila Castillo, directora del grupo folclórico Nahuen de San Clemente y profesora básica en una escuela rural, lleva más de 25 años liderando esta agrupación que ha marcado la vida cultural de la comuna. “El hecho de que yo haga folclore es una proyección de mi que me hace sentirme viva”, afirma con convicción, explicando que comenzó a enseñar cueca a niños como parte de un taller escolar, y con el tiempo, lo que era un grupo de entusiastas se transformó en una institución con personalidad jurídica, más de 50 integrantes y cuatro elencos por rango etario.

Elizabeth Avila, directora de Nahuen
Elizabeth Avila, directora del conjunto folclórico Nahuen de San Clemente.

Para ella, la danza no es solo movimiento: “Bailar no es moverse, bailar es expresar a través de tu cuerpo una historia”, explica. Bajo ese principio, Nahuen ha creado cuadros como Cosmovisión de los pueblos originarios, Mitología de Chiloé o El Expreso Pehuenche, todos construidos desde la memoria, la imaginación y la historia local. “El pañuelo cuando lo mueves tiene que contar una historia. El vestido, la manta, el sombrero… todo lo que hacen tiene que ser vida”, dice. Así, proyectar cultura en escena se ha vuelto una forma de preservar y renovar las tradiciones del Maule.

En San Clemente, la Agrupación Folclórica Nahuen ha sido mucho más que un grupo de danza: ha sido una comunidad. Madres como Caterine, Yesenia y María Eugenia recuerdan cómo sus hijas llegaron por curiosidad o por ver a sus cercanos. Hoy, el folclore es parte de la rutina y del corazón de sus familias.

Los ensayos no solo son frecuentes, también intensos. “A veces dicen que es una hora, pero siempre se pasa”, comentan entre risas. Familias enteras reorganizan sus tiempos para apoyar a sus hijos, asumir traslados, preparar vestuarios, juntar fondos. Todo es autogestionado, sin ayuda institucional.

Alejandra Gutiérrez, madre del bailarín Mariano Pérez del mismo grupo, dice: “El folclore me cambió la vida. Ahora lo siento, me emociona”. Ver a su hijo bailar con pasión ha sido una de sus mayores alegrías. Como muchas otras familias, destaca el valor de esta actividad no solo en lo técnico, sino también en lo emocional y social.

El folclore como escuela de vida

Jóvenes como Valentina, de 18 años, sueñan con representar a su comuna a través del baile. “Me encanta mostrar lo que trabajamos. Ojalá San Clemente sea más reconocido por su danza”, expresa.

Para las familias que integran la agrupación Nahuen, el mayor desafío no ha sido el y tiempo, sino el costó económico. “Hay que costear los trajes, la escenografía…todo lo que conlleva a una presentación perfecta”, explica una de las madres. Lamentan que, a pesar del esfuerzo, no reciben apoyo institucional.

Incluso para los traslados y presentaciones fuera de la comuna, los recursos salen del grupo. Una de las madres comenta que han viajado a Chiloé o Santiago costeando todo con rifas, eventos o ventas en ferias. “La municipalidad a veces nos pasa el bus, pero en general el apoyo es muy poco”, dice.

Sin embargo, lo que falta en financiamiento sobra en compromiso. “Verlos bailar lo hace todo valer la pena. El sacrificio, el frío, el calor…todo”, expresan las madres. Destacan también como esta práctica fortalece los lazos familiares y el sentido de pertenencia. “Es algo que nos llena el corazón”, añaden.

Presentación del grupo, via Instagram de Nahuen
Mamás del conjunto folclórico Nahuen.

Para los niños y jóvenes, los beneficios del folclore van más allá del baile. “Aprenden responsabilidad, disciplina, compañerismo”, dicen las madres. También se generan amistades que cruzan edades y comunas, consolidando una red afectiva y cultural fuerte entre familias.

A pesar del esfuerzo, muchas familias insisten: vale la pena. “Verlos bailar es un orgullo. No importa si es invierno, si hay que viajar o si no hay plata”, dicen. Para ellos, el folclore es una escuela de disciplina, compañerismo, respeto y orgullo cultural.

¿Dónde se baila en el Maule?

Talca es el centro de formación clásica. Las academias Alicia Salgado y BJM cuentan con espacios profesionales y presentaciones en el Teatro Regional del Maule (TRM), aunque también se extienden a comunas como Parral y San Clemente.

• BJM de Jorge Medel, se encuentra ubicada en la calle 1 sur 865 de Talca, en el segundo piso del edificio. Es un “departamento” adaptado con pisos traídos del extranjero, ideales para la práctica de esta danza. El lugar cuenta con espejos y barras de estiramiento, haciéndolo un lugar acogedor para las estudiantes de la academia.

•La academia Alicia Salgado, se ubica en la calle 6 oriente 1136, en la galería Babaría. La academia exhibe sus premios en su sala de madera y sus espejos reflejan a las múltiples bailarinas que llegan a practicar bajo el mando de Alicia.

En San Clemente, la Agrupación Nahuen utiliza espacios comunitarios adaptados: escuelas, salones municipales, y a veces patios abiertos. La creatividad suple la falta de una infraestructura propia. Pero eso jamás ha sido un impedimento, los niños y Elizabeth encuentran la forma de disfrutar su ensayo y generar un ambiente grato que los motiva a su próxima función.

•Las academias enfrentan el desafío de la dispersión geográfica. Participar implica traslados, planificación y esfuerzo familiar, pero eso no impide que sigan activos y comprometidos.

•En todos estos lugares se comparte una idea: hacer lugar al arte donde a veces no lo hay, y sostenerlo con cariño, esfuerzo y vocación.

Si quieres conocer más academias y donde se ubican, te dejamos un Google earth interactivo

Una región que baila aunque no todos la vean

Cada ensayo, vestuariosan cosido por una madre o presentación improvisada es una declaración: la danza vive en el Maule. No siempre hay fondos, ni escenarios disponibles, ni medios que lo muestren. Pero hay voluntad. Mucha.

El ballet y el folclore, aunque distintos, coinciden en algo esencial: forman personas. Personas más empáticas, expresivas, disciplinadas y orgullosas de su identidad.

Este reportaje quiso darles voz. Mostrar que el arte no es un lujo ni un adorno, sino una necesidad. Una parte esencial del desarrollo personal, social y cultural.

Quizás con más apoyo, más visibilidad y menos indiferencia, el Maule podrá mostrar que sí valora a quienes bailan su historia con los pies, el alma y el corazón.