Por: Maira Verenice, Geraldine Ortega, Sandra Vásquez
¿Dónde quedó el arte del cortejo?
¿Puede una aplicación reemplazar un flechazo que antes se daba con una mirada?. Durante los años el forjamiento de las relaciones se daban con encuentros presenciales, en iglesias, bailes de salón, salidas a comer, encuentros de casualidad en plazas. Pero hoy, el amor comienza con un emoji o un match, cupido debe estar en crisis, ya que sus flechas compiten con algoritmos que prometen la pareja ideal en menos de 5 minutos.
Nunca hubo tanta libertad para elegir a quien amas; ¿Cuántas personas se necesita deslizar para encontrar a esa persona?, aun así, persiste la inseguridad para amar. Se formulan interrogantes de iniciar una relación, en que no se deja de pensar en la aceptación de los demás. “A pesar de que estos medios están adaptadas a nuestros gustos e intereses […] son jóvenes que están acostumbrados a un funcionamiento de inmediatez”. así señaló la psicóloga chilena, Carol Moraga.

En cambio, nuestros antepasados estaban prácticamente obligados a escuchar la opinión de sus padres, en que se normaba por expectativas, roles y ciertos rituales de aceptación, además la geografía delimita aquella vinculación. Nadie nos enseñó a amar cómo lo hacemos hoy. Pero con cada decisión que tomamos aún se oyen a nuestros abuelos diciendo cómo debería ser. Según la autora, Allendorf (2016), en su estudio sobre las relaciones matrimoniales en la antigua India, destaca que las decisiones para consolidar una pareja debían pasar por un filtro familiar, compuesto por rituales y normas sociales. Por ello, refuerza la idea de que el amor y las uniones estaban profundamente condicionados por las expectativas del entorno.
Se marca esta diferencia cuando tú y yo, hemos dado un like a las 1 de la mañana. Y nuestros ancestros conociéndose en misa. Dos mundos diferentes pero el mismo deseo de encontrar al amor de su vida. Había una temporalidad distinta, se tejía con paciencia, el interés se expresaba con gestos pequeños, salidas a caminar, una carta escrita a mano, llamadas telefónicas. Ahora el tiempo ya no se mide en años de noviazgo sino en minutos de respuestas. Porque si no hay química en los primeros minutos del chat, se cierra el match.
Según Glamour (2015), los mensajes enviados dentro de las primeras 24 horas después de hacer match tienen el doble de probabilidades de recibir una respuesta, y el promedio para intercambiar números de contacto puede extenderse hasta 14 días. En esta misma línea, Anamarija Šiša (2024) destaca que incluso en las etapas iniciales de la interacción puede surgir una sobrecarga de información y una hiperactividad digital que, lejos de fortalecer el vínculo, tiende a generar aburrimiento y abandono de la conversación.
Amor analógico
Antes de los emojis, los filtros y los perfiles cuidadosamente editados, los vínculos se forjaban desde lo presencial. Más allá del romanticismo, conocerse implicaba conversación cara a cara, observar al otro en su entorno cotidiano y compartir tiempo real. El deseo también era distinto: más físico, más situado. Se encendía con una mirada directa, el timbre de la voz, un gesto torpe o incluso el aroma del otro. “Hoy en día los jóvenes enfrentan mucha inseguridad propia, y eso los lleva a preferir el contacto virtual antes que el cara a cara”, comenta la psicóloga Karina Escalona, sugiriendo que la pantalla funciona como refugio frente al riesgo del encuentro en vivo.
En ese pasado sin edición, la torpeza no solo era común, sino formativa. No existían los mensajes editables ni las respuestas medidas. Un error podía cortar el vínculo, pero también dejaba una enseñanza real. La construcción del amor se daba paso a paso, y equivocarse era parte del proceso. Según la psicóloga Carol Moraga, hoy los vínculos están atravesados por una lógica de validación que puede volverse dañina: “Hay personas que se sostienen en función de una imagen proyectada, y donde un comentario negativo puede ser tremendamente doloroso”. En un entorno donde la inmediatez manda, equivocarse ya no es parte del juego, sino algo que se evita a toda costa, lo cual claramente no se puede evitar al estar cara a cara.
Las expectativas también han mutado. Mientras antes el “para siempre” era parte del imaginario romántico —aunque no siempre realista—, hoy el amor se enfrenta a un catálogo infinito de opciones que dificulta el compromiso. “Uno tiende a idealizar a la persona que está conociendo”, comenta Escalona, haciendo alusión a cómo las relaciones se inician con una imagen embellecida del otro, especialmente cuando todo ocurre detrás de una pantalla. A esto se suma una velocidad propia de esta generación, donde el vínculo debe “funcionar al tiro”, sin mucho margen para esperar o construir esta relación lentamente.
Sin embargo, tanto Escalona como Moraga coinciden en que la tecnología no es enemiga del amor, sino una herramienta. El problema no está en la app, sino en el modo de vincularnos con ella. “Hay personas que han conocido al amor de su vida en una app y han formado familia”, afirma Carol, recordando que todo depende de las intenciones. Aun así, lo que se pierde en esta dinámica digital es lo más simple y complejo a la vez: la experiencia de mirar, escuchar y sentir al otro sin filtros, sin edición, sin garantía de éxito, pero con espacio para lo humano, lo incómodo y, a veces, lo inolvidable.
Lo que el pasado llamó amor
Aunque la idea del cortejo tradicional suele provocar suspiros por el romanticismo que implica —y que tantas películas se han encargado de exaltar—, a menudo se olvida que aquellos años también estuvieron marcados por la violencia hacia la mujer, el machismo y estructuras de pensamiento que la enajenaban. Si bien esa época estuvo llena de flores y palabras inocentes de amor, también fue testigo de golpes y desigualdad.
Un estudio de la Universidad de Granada (2018) concluye que los adolescentes que idealizan el amor romántico tienden a normalizar la violencia en sus relaciones, evidenciando que muchas de esas concepciones siguen vigentes en nuevas generaciones.
En ese contexto, declarar abiertamente la búsqueda del amor resultaba inaceptable, especialmente en ciertas edades y culturas. Lo adecuado era esperar pasivamente a que el amor “tocara la puerta”. Actualmente, esa idea ha quedado obsoleta. La psicóloga Nicole Muñoz explica que hoy las mujeres se sienten más empoderadas respecto de su rol en las relaciones y que son ellas quienes deciden con quién estar y qué tipo de vínculo desean construir.
También frases como “encontrar a la media naranja” reforzaban la dependencia emocional, al promover la idea de que a cada persona le falta algo y que no puede estar completa por sí sola. Esta narrativa, interiorizada durante generaciones, generó ansiedad y frustración en quienes esperaban que el amor llegara sin garantías. Hoy, en cambio, el auge del amor propio ha desafiado ese discurso.
Sin duda, el mundo previo a los celulares y las aplicaciones ofrecía una conexión más directa con la vida cotidiana y una intimidad distinta en las relaciones. Pero también era un mundo más limitado: en su concepción del amor, en su búsqueda y en las posibilidades de conexión, muchas veces restringidas por barreras sociales, culturales y geográficas.
El amor ya no se encuentra en la calle, sino en la app
Las personas en la actualidad han crecido con internet y las redes sociales, lo que ha provocado un cambio significativo en el desarrollo de las generaciones. Esto ha afectado las relaciones personales, especialmente en la forma en que los individuos se conocen, generando miradas de desconfianza y amenaza. ¿Por qué ocurre esto? Porque los seres humanos, cuando se enfrentan a algo nuevo, tienden a retraerse, y sus pensamientos suelen ser fríos e incluso burlones (Gómez, 2011).
Por ello, muchas personas, incluyendo figuras públicas, han visto como atractiva la idea de encontrar el amor de manera más rápida y efectiva, como señala Geraldine (2025). Causas como el trabajo, la universidad o simplemente la edad y la dificultad de encontrar a la pareja soñada han motivado esta búsqueda. En este sentido, te recomendamos este video, en el que podrás conocer un top 5 de aplicaciones de citas.
Pero antes de cuestionarnos si es posible enamorarse deslizando el dedo en una pantalla, o más aún, qué tan real puede ser el amor a través de una app, es importante comprender cómo funcionan estas plataformas y qué se puede hacer en ellas.
Es esencial entender que su objetivo principal no siempre es encontrar pareja, sino más bien conectar con otras personas. Por eso, es clave tener claridad sobre qué se está buscando en esas interacciones: ya sea una relación amorosa, algo casual o simplemente compañía.
Además, se recomienda mantener un límite en la cantidad de personas con las que se interactúa, ya que un exceso de estímulos puede provocar una sobrecarga cognitiva, según afirma Campó (2023).
Al iniciar en este mundo, se debe crear un perfil donde se incluyan imágenes personales, además de descripciones sobre gustos e intereses, para que otros usuarios puedan interactuar y elegir según sus preferencias. De esta manera surgen los algoritmos, las interacciones… y así nace la magia: el famoso “match”.
Se comenta sobre las diferentes aristas en su funcionamiento, siendo dispares en sus algoritmos, ya que en algunas no es posible ver las imágenes de las personas interesadas en ti a menos que se pague, como ocurre en aplicaciones como BOO o Badoo. Sin embargo, todas tienen la misma intención: facilitar la conexión con alguien.
Por esta razón ¿Cuándo dejamos de conocer personas en persona y empezamos a buscarlas en apps?, para conocer sobre la llegada de las aplicaciones de citas, puedes visualizar nuestro timeline, donde verás el recorrido y el análisis que ha ocurrido en la sociedad respecto a la implementación de estas páginas. En él se señala que surge Match.com como uno de los primeros sitios web de citas, en 1995, tal como lo menciona Istúriz (2019).
Por esta razón ¿Cuándo dejamos de conocer personas en persona y empezamos a buscarlas en apps?, para conocer sobre la llegada de las aplicaciones de citas, puedes visualizar nuestro timeline, donde verás el recorrido y el análisis que ha ocurrido en la sociedad respecto a la implementación de estas páginas. En él se señala que surge Match.com como uno de los primeros sitios web de citas, en 1995, tal como lo menciona Istúriz (2019).
Lo que cambia y lo que permanece: Psicólogas analizan el amor en el mundo digital
¿Las apps de citas nos acercan o nos alejan de conexiones verdaderas?
A pesar de que las aplicaciones han ampliado los círculos sociales, también han instaurado paradigmas que favorecen relaciones más efímeras, donde muchas veces se prioriza la apariencia por sobre la emocionalidad. Su diferencia radica en el nivel de edición de las fotografías, lo que genera una imagen distorsionada de la realidad. En este sentido, tanto Carol Moraga como Nicol Muñoz, ambas psicólogas, destacaron que estas plataformas promueven una forma superficial de contacto, basada en lo visual, la rapidez y los filtros. Sin embargo, coincidieron en que esto no impide que puedan surgir relaciones profundas, siempre y cuando las personas realmente lo deseen.
“La plataforma no determina el tipo de relación; depende del usuario.”
Carol Moraga, Psicóloga
Por lo tanto, existen diferencias claras entre conocer a alguien en la vida real y hacerlo de forma online. En la interacción cara a cara predomina la espontaneidad y naturalidad, ya que no se puede controlar cada movimiento o actitud. Eso permite conocer los lados más auténticos de la persona, señalaron las profesionales.
¿Qué motiva a alguien a dar el salto y confiar en una app para encontrar el amor?
Karina Escalona, profesional en temas de salud mental, señaló:
“Existe un miedo al fracaso y a lo desconocido en las interacciones cara a cara, por eso se evitan las llamadas telefónicas tradicionales y se prefieren textos o videos que permiten un mayor control del contacto.” Por su parte, Carol, otra psicóloga, indicó:
“El uso de estas aplicaciones puede ser consciente o impulsivo, según la persona.” Debido a esto, muchas personas, especialmente jóvenes, tienden a probar varias opciones en poco tiempo, como una especie de “estrategia de prueba”, afirmó la profesional.
Según las tres psicólogas, los impactos emocionales del uso de estas aplicaciones están vinculados a una baja autoestima e inseguridad, especialmente al momento de enfrentar el contacto directo. Esto lleva a preferir lo digital por, sobre todo, como una forma de sentir que controlan más la situación y así obtener la confianza esperada. Por estos motivos, coinciden en que se generan expectativas irreales, es decir, una idealización del otro, además de una constante presión por parecer atractivos o interesantes.
De modo que sus recomendaciones para usar las apps son: fortalecer la autoestima para tener la capacidad de usarlas conscientemente. Por ello, Nicol Muñoz planteó la idea: “Si sólo estás buscando validación o si te sientes mal después de usar la app, es una señal de que necesitas detenerte y observar lo que te está afectando.” Recalcando que todo comienza por escuchar la propia voz interior, ya que, del mismo modo, Escalona mencionó que tendemos a idealizar a la cita o a la persona, porque según ella: “Tratamos de vender este producto que somos nosotros mismos.” En consecuencia, Carol hizo énfasis en que: “El problema no es la app, sino el uso que le damos. Hay que darse el tiempo para realmente conocer al otro.”
Por ende, buscar amor en una app no es frío ni superficial; es valiente en un mundo que teme mostrarse vulnerable. Para entender más sobre cómo se expresa el amor, mira esta infografía, “Datos curiosos sobre el amor”. Donde mostrará aspectos más allá sobre las apps de citas, porqué el amor sigue teniendo aspectos universales…
En efecto, lo que cambia es el contexto no el amor, las apps cambian la forma, pero no el fondo; el amor sigue siendo igual, solo adaptado a nuevos escenarios digitales. Porque según las entrevistadas, el amor no ha perdido su profundidad, lo que cambia es la interacción, pero no se tiene que olvidar es el modo de uso, no el amor en sí. ¿Te animas a descubrir quién está esperando conocerte? A veces, el amor comienza con un simple clic.
Del algoritmo al corazón
En una época donde las emociones pasan por pantallas y las conversaciones comienzan con un “hola” virtual, el amor también ha encontrado nuevas rutas. Ya no hace falta toparse en la fila del pan o bailar en la fiesta del primo para conocer a alguien: ahora basta con deslizar el dedo o aceptar una solicitud. Pero aunque los caminos cambien, el destino sigue siendo el mismo. En este reportaje, conocerás tres historias de amor que comenzaron de formas distintas:
- Javiera y Christopher: un match inesperado que terminó en amor verdadero.
- Benjamín y Maira: una conexión rápida y honesta que superó la pantalla.
- Vinka y Fabián: un reencuentro del pasado que floreció con el tiempo.
Una infografía interactiva acompaña este bloque, donde se puede explorar el recorrido de tres parejas: Javiera y Christopher, quienes se conocieron en una app de citas; Benjamín y Maira, que también unieron caminos gracias al mundo digital; y Vinka con Fabián, cuya historia se remonta a un cumpleaños hace más de una década. A través de fechas, frases claves y momentos simbólicos, la infografía permite visualizar cómo tres historias que comenzaron de formas tan distintas terminaron apuntando hacia la misma dirección: la construcción de un vínculo.
Javiera y Christopher se conocieron por Boo, una aplicación que, según ella, “parecía más para hacer amigos que para emparejar gente”. Aun así, algo en el algoritmo los cruzó. “Él me empezó a hablar, como muy piola, y me dijo que me había visto en sus sueños un año antes. Yo lo miré con cara de: qué chanta”, recuerda Javiera entre risas. Pero con el tiempo, lo que parecía un cliché más de internet se transformó en una conversación constante, llena de memes, playlists compartidas y una química que crecía en cada mensaje. “Me gustó cómo me hablaba. Tenía respeto. Y me sentía escuchada”, afirma ella.
Su relación pasó de la pantalla a lo físico el 20 de octubre, fecha que ambos recuerdan con cariño. “Cuando la vi en persona, confirmé todo. No era solo por chat, me gustaba de verdad”, dice Christopher. Javiera agrega: “Yo era súper cerrada con estas cosas, me daba miedo. Pero con él fue distinto, me sentí cómoda desde el primer momento”. No todo ha sido fácil: vivir en distintas ciudades ha sido un reto constante. Sin embargo, las ganas de verse y de construir algo más fuerte que la distancia se impusieron. “La clave fue la constancia y la confianza. Hablábamos todos los días, sabíamos qué quería el otro”, resume Javiera.





Benjamín tampoco pensaba encontrar pareja en una aplicación. “Yo estaba aburrido. Vi una publicidad que decía ‘haz amigos’ y descargué Boo”, cuenta. No esperaba mucho, pero la historia cambió cuando Maira le envió una solicitud. “Yo no estaba buscando algo serio, solo conversar, distraerme un rato. Pero al final me encariñé, después me enamoré, y ahora estamos juntos”, dice sonriendo. En menos de dos semanas ya se habían conocido en persona. “Había demasiada química, era impresionante”, agrega. La rapidez no les asustó; al contrario, fue señal de que algo genuino estaba pasando.
Para Benjamín, las apps no hacen menos real el amor. “Al final una relación es conocer a alguien, ver si te agrada, y eso pasa igual por una pantalla o en persona”, reflexiona. Aun así, reconoce que lo digital hace el proceso más directo. “Ella me habló con la intención de salir, fue claro desde el principio. No hay que andar con tantas vueltas”, dice. También valora los gestos antiguos: “Lo de dedicar canciones por la radio me parece lindo, pero hoy nadie escucha radio”. Lo importante, para él, no es el método, sino la persona: “Una relación no dura más o menos por cómo empieza, sino por quiénes la forman”.






Por otra parte, Vinka y Fabián representan un tipo de historia que parece sacada de otra época, pero que sigue teniendo fuerza. Se conocieron en un cumpleaños hace 16 años. “En ese momento no pasó nada”, cuenta ella. “Pero años después nos reencontramos en el trabajo y empezamos a conversar de nuevo”. Lo que nació como una amistad terminó transformándose en algo más. “Fue una transición natural. Ya nos conocíamos tanto, que solo faltaba ponerle nombre”, dice Fabián. “No hubo citas ni conversaciones incómodas. Todo fluyó porque ya sabíamos cómo éramos”. El amor, en su caso, se cocinó lento, pero quedó firme.
Lo interesante de estas tres historias es que muestran que no hay un solo camino hacia el amor. Mientras una nació de un match casi místico, otra surgió del azar del algoritmo, y una tercera de una larga historia compartida. Las apps ofrecieron rapidez y conexión inmediata, mientras que el amor tradicional se apoyó en el tiempo y la cotidianidad. Sin embargo, en los tres casos hubo un momento donde ambos decidieron apostar por el otro. El clic puede ser instantáneo o demorar años, pero cuando llega, se nota.
A pesar de sus diferencias, hay elementos que se repiten: el respeto, la conversación honesta y el deseo mutuo de construir algo. Ninguna historia fue completamente ideal, todas tuvieron obstáculos —la distancia, la duda, el miedo— pero todas tuvieron también un compromiso constante. Christopher lo resume bien: “El amor no se da por estar, se construye estando”. Fabián, desde otra experiencia, coincide: “Nosotros ya éramos amigos, pero para tener una relación hubo que decidir querer estar de verdad”.
Las visiones sobre el amor actual varían según la experiencia. Javiera ve el amor como un refugio: “Es tener a alguien que te escuche, que te apoye, que esté”. Para Benjamín, es un concepto amplio: “Puedes amar muchas cosas, pero el amor verdadero se nota cuando tú te preocupas por el otro”. Vinka, con la sabiduría del tiempo, aporta: “El amor de pareja no es una emoción pasajera, es saber acompañarse incluso cuando las cosas no están bien”. Lo que comparten todos es que el amor ya no es lo que era, pero sigue siendo necesario.
No hay consenso sobre si lo digital es mejor. Para los más jóvenes, las apps son solo otra herramienta. “El amor es suerte. Me podría haber tocado alguien pesado también”, dice Benjamín. Para Vinka, en cambio, la conexión en persona tiene otra profundidad: “Conocer a alguien en la vida real te muestra su lado B, no hay filtro”. Pero ella misma reconoce que la tecnología ha ayudado: “Hoy si alguien no llega a una cita, lo llamas. Antes, simplemente no sabías qué pasó y se acababa todo”. Lo digital no es menos válido, pero lo importante es qué se hace una vez que comienza el vínculo.
Amor por app, amor en el trabajo, amor que aparece sin buscarlo: lo que importa no es cómo comienza, sino cómo crece. Estas historias lo demuestran. El canal puede cambiar, pero el amor necesita lo de siempre: tiempo, ganas, comunicación y respeto. Puede llegar con un emoji o con una mirada en una fiesta, pero si se cuida, si se trabaja, si se elige todos los días, entonces es amor de verdad.
El amor sigue pidiendo presencia real
El vínculo que comienza tras una pantalla finalmente se pone a prueba: ¿será capaz de trascenderla? El tiempo para concretar el primer encuentro presencial varía entre parejas. Es el caso de Javiera Mella y Christopher, quienes se conocieron mediante la aplicación de citas Boo y conversaron durante cuatro meses antes de decidir verse en persona.

Sin embargo, hay quienes no esperan tanto tiempo. Benjamín Vásquez, se reunió con su novia apenas dos semanas después de conocerse por internet. “Es que hablábamos mucho. Había demasiada química. Es impresionante, la verdad”, comenta, asegurando que la conexión puede sentirse incluso a través de una pantalla.
En la misma línea, Javiera Mella afirma que no encontró una gran diferencia entre conversar por mensajes y conocer a alguien en persona: “Podía sentir y conocer su personalidad, lo que le gustaba a él y sus intereses”. No obstante, reconoce que el encuentro físico fue mucho más enriquecedor: “En persona conocí directamente su esencia”.

De lo virtual a lo real: ¿nace el vínculo?
No existe un tiempo exacto para dar el paso. Más bien, es la química la que impulsa a cada pareja a avanzar. Pero, una vez tomada la decisión, surge una interrogante importante: ¿Dónde concretar la primera cita?
Aunque la elección del lugar depende de los gustos e intereses de cada pareja, ciertos espacios destacan por la seguridad y confianza que ofrecen. Para conocer cuáles son los más comunes para concretar un primer encuentro. Un grupo de estudiantes de Periodismo de la Universidad Autónoma de Chile realizó una encuesta. Los resultados fueron plasmados en un recorrido interactivo a través de un mapa digital, donde es posible explorar los lugares más populares para concretar un primer encuentro en Talca.
Manos sudorosas, piernas temblorosas y el corazón bombeando a mil por hora. Así se vive la espera del primer encuentro entre dos personas que solo se han conocido a través de textos.
Según la psicóloga Karina Escalona, uno de los factores más desfavorables en estas citas es la idealización que puede formarse con el tiempo:
“Siempre tratamos de vender este producto que somos nosotros mismos”
Karina Escalona, Psicóloga
La precisión con la que se eligen las fotos, los filtros, las frases del perfil y los mensajes busca mostrar lo mejor de cada uno, lo que inevitablemente influye en esa construcción idealizada del otro y en las expectativas previas al encuentro.
“Pero claramente no somos solo una imagen, una proyección, sino que somos seres mucho más profundos y complejos”, expresa la psicóloga Carol Moraga. Al conocerse en persona, hay características que no se pueden ocultar tras una imagen: “Tus movimientos, tus gestos, tus palabras… no las puedes disimular, o no las puedes controlar aunque uno quisiera”, agrega.
A medida que pasan los minutos en ese primer encuentro, cada individuo decidirá si la química que sienten es suficiente para iniciar una relación formal. Desde ese punto, comenzará un tiempo de conocerse más allá de los mensajes de texto.
No obstante, esto no significa que no puedan construir una relación significativa, explica la psicóloga Nicole Muñoz: “Creo que puede influir en aquellos que se van conociendo y van construyendo, en el día a día, una relación. Conociéndose a través de sus gustos, de sus expresiones, de su lenguaje corporal, pueden tener un vínculo quizás mucho más cercano y mucho más efectivo”.
En tiempos donde las relaciones amorosas pueden comenzar con un simple deslizamiento de dedo, lo verdaderamente valioso no está en la rapidez con la que se concreta un encuentro, sino en la disposición genuina de conocer al otro tal cual es. La conexión humana no depende solo de algoritmos, sino de la autenticidad que se construye paso a paso, desde la virtualidad o en el cara a cara.
Así, mientras el amor se adapta a las nuevas formas de comunicación, lo esencial permanece intacto: la necesidad de sentirse visto, escuchado y comprendido. Porque incluso en medio de una era digital, el amor sigue exigiendo presencia real, miradas sinceras y la valentía de abrirse al otro.
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